Tengo 61 años y vivo en el sur de Francia con mi familia. Soy ingeniero electrónico en una pequeña empresa médica. (Soy fotógrafo autodidacta). Me apasiona la espeleología y practico esta actividad desde los 14 años. Pronto sentí el deseo de llevar imágenes de este fascinante mundo a la superficie y me apasioné por la fotografía.
Para compartir mi pasión por el mundo subterráneo, he realizado varias presentaciones en una época en la que el uso de película y el equipo voluminoso eran la norma.
En 1987, gané el primer premio en el Festival Internacional de Presentaciones de Espeleología.
Luego, con el paso de los años, formé una familia y me vi muy ocupado con mi trabajo, por lo que simplemente no tenía tiempo para la fotografía.
Fue en 2002 cuando compré mi primera cámara digital, una pequeña compacta.
Unos años después, adquirí una Nikon D200 y, a partir de esa fecha, retomé la fotografía en cuevas con mayor frecuencia.
Cada vez más motivado, intento resaltar la belleza y la riqueza de las cuevas con mis modestas imágenes.
Mi única ambición es aportar algunas imágenes para compartir la pasión por este mundo que tanto me gusta.
Más que fotografía, es sobre todo una aventura humana.
Disfruto mucho tomando fotos en cuevas, pero en esta actividad, las imágenes son el resultado del trabajo en equipo.
Por ello, quiero agradecer a todos mis amigos espeleólogos por posar, ayudar y simplemente compartir el tiempo en las cuevas.
Nunca olvidemos que la fotografía en cuevas es un trabajo en equipo y el fotógrafo debe ser modesto.
Aunque el equipo permanezca en la sombra, es con ellos que todo se vuelve posible.
Un gran agradecimiento a todos los equipos que apoyan a los fotógrafos.
Aquel día habíamos planeado una sesión macro en una cueva con muchas formaciones en el sur de Francia.
Apenas pasamos la estrecha entrada, mientras mi amigo me pasaba las bolsas, vi a este pequeño murciélago colgando de una fina estalactita.
Desembalamos el equipo con cuidado y delicadeza, sin hacer ruido.
Después de algunas tomas del murciélago entero y dado que nuestro pequeño amigo estaba tranquilo y no se movía en absoluto, decidimos intentar un primer plano de sus patas sujetas a su diminuto soporte.
Con el macro 105mm ajustado a una relación de 1:1, me acerqué con delicadeza, deteniéndome a respirar para hacer algunas tomas mientras mi amigo se encargaba de la iluminación.
Sin querer abusar de la paciencia del murciélago, guardamos el equipo para continuar nuestra sesión fotográfica un poco más adelante.
Sin duda, este inesperado encuentro nos encantó por el resto del día.